top of page
Noticias recientes
Último post

Mini Mixto: Lost


U.E. Sant Andreu 42-49 Bàsquet Can Parellada

Bailando hasta el apagón... ¡¡Disculpad mí osadía!! [...] ¡Que termine esta función...!


Faltan tres minutos por las once de la noche. Estoy estirado en mi cama. Hace calor, a pesar de acabarme de duchar. Ya he cenado. Pero me ronda -más allá de la canción Valiente del grupo Vetusta Morla que voy siguiendo el ritmo (culpa de mi hermano mayor)- el partido de mañana. El partido de mañana sería, tal como diría Pep Guardiola, mucho y muy complicado: hay que entonar el gallo a muy y muuuy complicado. Tengo toda la ropa preparada -y las llaves no me las dejaré- para mañana huir de la ciudad por unas horas hacia el pueblo. Pero me ronda el partido de mañana. Sí, la terapia de relajación funciona pero, mira por dónde, escribir he descubierto que es una manera tangible de expulsar también la desazón. Cómo que mi buen amigo Edgar también mañana será psicólogo de los pequeños, no puede ser que seamos nosotros los más angustiados. Por lo tanto, la experiencia es un grado (y una mierda, es un grado cuando has sido jugador, pero ser entrenador no tiene nada a ver).


Mañana visualizo gritos, pasión, desazón, emoción, rabia y alegría. Todo triturado en una misma cita: "Me han dicho papa que el turmix se ha estropeado."


"El valor para marcharse, el miedo a llegar... Llueve en el canaal... La corriente enseña el camino hacia el mar... Todos duermen ya... ¡¡Dejarse llevaar, suena demasiado bien, jugar al azaar, nunca saber dónde puedes terminar... O empezaaaaar..." Momento de inspiración con "Copenhague" de Vetusta Morla (culpa de mi hermano mayor [x2]). "Nunca saber dónde puedes terminaaaaar... O empezar..." Mezcla de sonido con letra a mi cerebro. "¡¡Jugar al azaaar...!! Terminar... ¡¡O empezaar!!"


Bien, esto es la previa... No sé qué nos traerá el azar. He prometido a mi abuelo que ganaremos el partido. estoy convencido. Lo escribo ahora a las once y veinte. Recuerdo que mañana Marta vendrá al partido. La pelirroja que me hará feliz. Miro el cuadro delante mío y recuerdo la frase de la abuela de Will Smith, que le dijo hace muchos años: "If you're gonna by here, then there's the necessity to make the difference". Así pues, más allá del que pueda pasar, seré feliz si el equipo demuestra their difference. Nos vemos mañana a la Pegaso a las 10 de la mañana. [Suena Lost? de Coldplay - momento de calma].


Señoras, señores, niños y niñas. Boa noite e que Deus nos abençoe!


To be continued.




Os escribo de nuevo desde Lloret. El Sábado ya ha marchado. Son las tres y nueve minutos de la madrugada. Todavía estoy despierto por dos razones:

- La primera es el hecho de engancharte mirando dos películas junto a tu madre.

- La segunda... La segunda, el porqué del hecho que mi madre ha abierto el ordenador... Os lo explicaré ahora.


No me gusta creer que no tengo elección. Creo en el poder de decidir. Pero he descubierto que a veces no todo es tu decisión, que quizás también influye el cosmos, el destino incontrolable. Le he enseñado a mi madre el escrito pre-partido de anteayer a altas horas de la noche. Medio releyéndomelo, mi madre iba sonriente. De repente, de manera violenta, mi madre abre la boca, hace un suspiro tienes pleno de palabras, y acaba diciendo: "¿Lost? ¿Lost? ¿Me lo dices de verdad? Ostia. Ostia. Ostia." Sí.


Volveré a la mañana de ayer a las diez, en la escuela Pegaso. Salgo de casa ilusionado, nervioso, concentrado, motivado y bastante seguro de mí mismo. Sé lo que quiero. Sé que ganaremos. Confío con los ojos cerrados en mi equipo. pondría la mano al fuego. Después de estas sensaciones vividas durante la espera y el transcurso del viaje de un minuto al ascensor, mis piernas se dirigen hacia la escuela donde nos jugamos el que ya sabemos. Mientras hablo con Marta, que ya me había dicho que estaba a 38,4º de fiebre pero que, aún así, iría al partido, le envío una fotografía de la escuela Pegaso, por si acaso no fuera suficiente la ubicación del Google Maps que le había enviado ayer ya noche.


Hasta aquí todo cómo había planeado. Cómo había calculado. Cómo había estructurado. Ya estamos al campo... "¡Nil está histérico!". Es un mensaje de Estefania, la madre de en Nil, por el grupo de Whatsapp. Ya estoy dentro de la Pegaso y veo a Sergio ante mí. Cojo sillas, y dale. Hacia pista a organizar todo. Me doy cuenta rápidamente del concepto calma. Tranquilidad. La necesitaremos, y no estoy seguro que la tengamos. Llega Edgar. Lo veo un poco jodido. Me explica el porqué, me río y lo olvidamos: ahora toca partido.


Marta no llega. Le mando un mensaje y me dice que todavía está en el tren. Los chicos y chicas calientan, estiran, hablan, etc. Yo cojo a Ada primero y la Ona después, apartadas del grupo. El porqué ya lo saben ellas: si quieren decirlo, ya os lo dirán. Marta sigue sin llegar. Empieza el partido. Me olvido de todo. Estamos nerviosos. Yo el primero. No transmitimos tranquilidad. Y el parcial inicial es para tener una destrempada. ¡Algún padre espero que no me denuncie por derechos de autor! En fin, la cosa no pinta muy bien e intentamos calmar el juego. A pesar de perder de catorce puntos, sé que ganaremos el partido. Confío mucho en Edgar, en mí, y en ellos y ellas. Empieza la remontada y me empieza a salir la sonrisa del orgullo. De aquello que había pensado hacía diez horas. De marcar "the difference". El partido se iguala con buenos minutos de Ada, Nil, Pau, pero especialmente de Alexandra y Cèlia cuando conectaban. Llegamos a la media parte con muchas incógnitas por delante. Respiro por instantes, miro el móvil la hora y miro el mensaje de la Marta: Ricard, no lo encuentro. Me he perdido. Ricard no lo encuentro... ¿Hola?. Respondo "pregunta la escuela Pegaso”. Confío en qué alguien será capaz de guiarla a la puñetera escuela.


No vería a Marta. Pero volvemos al partido. Nil comete la quinta falta y, antes de que lo obliguen a abandonar el terreno de juego, los ojos de mi Nil empiezan a negarse de impotencia, de rabia, de desesperación. No sé que decirle, no sé dónde ponerme. Edgar me dice: "Ocúpate de él, míralo..." Sin decir nada, me voy hacia él y le explico lo que él ya sabe. Es la cara del equipo. Es el líder nato, el coraje, las narices, la cara, los cojones. Y ya no podrá volver a pista, pero puede animar y ayudar a sus compañeros. "¿SOMOS UNO, VERDAD?". "Sí". Me lo dice convencido. Su respuesta me hace tener esperanzas.


Seguimos fallando tiros incomprensibles. La mayoría de jugadores tenemos mucho miedo. Luchamos en defensa con mucha más actitud y sobre todo corazón. Pero nos falta cabeza en ataque, sentido, ideas, manos fuertes, decisiones rápidas. El público anima como si fuera un gol a cada cesta, y los decibelios que se viven me recuerdan a la ida de la liga a su pabellón. ¿Seríamos capaces de ganar?


No. Sabe mal decirlo así. Intentar y fallar se convierten en sinónimos y empiezo a verlo negro. Triple de ellos desde casi bien medio campo. Suena, bien, no suena, se huele la derrota. Miro el marcador y perdemos de 6. Ahora de 7. “Esto está hecho y bendito”, dice Edgar. Aplaudo al vacío, seguramente en dirección a los compañeros de pista que están desesperados en el no-sale-nada. Intento animar sin sentido. Pita el árbitro y se llenan mis ojos de lágrimas que no quieren salir. Damos todos la mano al campeón de la Liga. Ningún reproche, ninguna pataleta. Manso, felicitaciones a los que han sido mejores y aplauso a los padres y madres. Me quedo sin saber qué hacer. Me imagino a Nil. Seguro que... Sí. Me lo imaginaba. Me voy hacia él y lo abrazo. Me dice una frase que no diré, pero que sé que sí, que tenía razón. Me vienen a apoyar presidentes, compañeros, padres, madres... Agradecimiento a todos vosotros. Ha sido un verdadero placer contar con unos padres y madres como vosotros. El valor de tener valores.




Me voy hacia Lloret de Mar con el autocar. Lo mejor para mí sería desahogarme allí, pero no me sale. Llego a casa de mis abuelos. No, no les puedo dar aquello que les había prometido. No parecen muy afectados por este hecho, y están orgullosos de cómo lo hemos hecho. Les explico qué ha pasado. Pasa el día, quedo con un amigo de la infancia, de la pubertad, de la adolescencia: quedo con Pol. Hablamos, debatimos, charlamos, reímos y pasamos la tarde mucho más alegre del que había acabado siendo la mañana. Llego de nuevo a casa y sin fijarme voluntariamente, se me presenta la pared de Michael Jordan con el lema: "He fallado más de 9.000 tiros a mi trayectoria deportiva, he perdido casi bueno 300 partidos, 26 veces han confiado en mí por el tiro ganador y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y por eso tengo éxito." Me llena a seguir trabajando y creyente con el trabajo hecho: recuerdo los padres, las madres, jugadores y jugadoras... Los recuerdo a todos: me alimenta a seguir aprendiendo.


Miramos las películas por la noche con mi madre y se queda... Un segundo, haré copiar y pegar: "¿Lost? ¿Lost? ¿Me lo dices de verdad? Ostia. Ostia. Ostia". La última canción que escuché hace poco más de veintiocho horas –ahora mismo son ya las cuatro y cuarto de la madrugada– repetía: "Just because I’m losing, doesn’t mean I’m lost, doesn’t mean I’ll stop [...] I just got lost, every river that I've tried to cross and every door I ever tried was locked... Oooh and I'm just waiting 'til the shine wears off". Sí. Habíamos naufragado todos. Marta, yo, nuestros jugadores y jugadoras. Lo que no sabía es que era una señal asquerosa, o no sé. Mi madre se queda sorprendida ante mi atenta mirada que muestra incredulidad. Había ido a dormir con Lost y, curiosamente, nos perdimos el día siguiente.


Hoy el título es el que tiene que ser, pero sabéis tanto bien como yo que el baloncesto, como cualquier deporte de equipo, tarde o temprano te vuelve lo que le das. Con orgullo, luchando con clase, con educación, como ganadores, como grupos de amigos, como unidad, hasta el final, hemos vuelto a perder.

Y sí, hemos perdido. Y nos volveremos a levantar. ¿Por qué?


"Just because I’m losing doesn’t mean I’m lost, doesn’t mean I’ll stop".


Autor: Ricard Iglesias

Redes sociales
Archivo
  • facebook
  • Twitter Round
bottom of page